Cesar Cabello Salazar* Las Edades del Laberinto Ediciones Piedra del Sol
Páginas 34 y 35
TE AMO - DIJE ENTONCES - A MI MADRE Y SOLTÉ LA SOMBRA DE UN CABALLO POR LA TIERRA.
1. Esto se trata de la vida como una humillación / se trata de los sueños de los viejos animales caídos en tinieblas:
Mira lo que hiciste / le dijeron a mi madre las parteras
Mira lo que hiciste y le lanzaron la cría sobre el rostro
Perdóname Señor / si levanto la piedra de esta tumba nadie más que yo le teme a la memoria
No puedo hablar / no quiero tomarte como a un hijo montado a mi caballo
Si ella no te quiso de su entraña si en nombre de tus dioses la apedrearon como a un buitre
Nada puedo hacer por tu silencio nada que devuelva las luces de tu canto.
* A Cesar lo reencontramos ayer, en la Feria del Parque Forestal. Le habíamos escuchado antes, en el recital de Poquita Fe, y pensamos que merecía de sobra estar en nuestro librero. Lo pensamos y lo hicimos. Juzgue usted.
Soy tu Gianny antigua que espera el tercer acierto.
Soy tu loba, tu fiera que respira jadeante sobre tu pecho.
Los dioses del olimpo, el demonio en el infierno. Los ángeles observando como te recorro hasta lograr el tercer acierto.
LA MUJER-ÁRBOL
Toma, dibújame una caricia, ensordéceme con tus palabras. Dime todo eso que sabes... confiesa tus alaridos. Grítame tu triunfo todas las veces que se te antoje. Róbame el alma.
Esta cabeza no controla tus miradas.
Soy, cual mujer-árbol envejecida. La llorona bebe mis lágrimas Coge mis ansias.
Alejandra Zarhi Escritora, periodista, directora cultural y artista del Chiguiri-e. Poemas de la antología compilada por ella: LOS ÁNGELES DE IMÁGENES.
Iría, llevando mi talismán y mi gracia Mis cúpulas otoñales: - Para tus trescientos días, - Mis liras de bolsillo: Para ungirte con mi vuelo y para endulzar la espesa noche muchos lirios de miel, le llevaría “SI TU ME LLAMARAS HOY DÍA” Trémula… Con los pies desnudos, correría a llenar la copa ansiosa de luna perpetua, tacto, beso, lascivia, piel y sol Dichosa, yo me iría, Me muero de ir y venir por el flujo arterial de tus venas y tu carne donde el fuego de tu huracán conscupicente en dulce titubeo, de aliento y agonía, nos mueve intensamente… Hasta más allá del frenesí Amor… SI ME LLAMARAS HOY DIA Iría dócil, como una pluma de humo dejaría que tu sangre furiosa, mi paraíso regase… Y allí… en ese azul, me perdería en los excesos gloriosos y gozosos de dos cuerpos que giran, que se funden, a galope tendido, en la más dulce cabalgata de leche-miel, de orgasmos y laureles, de retractiles pezones, de muslos y violetas, cuando en mí te adentras, de raíz y asalto, y me bebes… Y te entregas… Como un pozo…
SI TU ME SOLICITARAS AHORA Empecinada como una oruga Me hundiría… Me ovillaría… Para comulgar entre tu altar Y tu cuerpo “Yo me iría”
Nancy Ramírez. Publicado en el número 2 de Revista ANCLA, dedicado al erotismo.
Encontramos en el otro correo, estos saludos con poema de nuestro amigo Gildardo. Los publicamos enseguida y se los correspondemos afectuosamente.
"Hoy deseo compartir con ustedes este bello poema.....Un saludo muy especial a mi amiga y escritora Amanda Espejo y de paso para todos ustedes una FELIZ NAVIDAD".
Gildardo
SI NO FUERAS TÚ
Trigo de piel, trigo de luna sino fueras tu, yo te amaría la misma forma como te amo, hoja de cielo, blanca y marchita. Sino fueras tu yo te amaría antes que caiga la noche, como gota de agua cristalina.
Sino fueras tú la luz del universo que crepita en el árido desierto, amada mía yo te amaría desde la punta del iceberg hasta la hora dormida.
Luna de cascabeles, de estrellas fugitivas, en tus manos el cielo azul, nube de viento tardía.
Sino fueras tú el perfume que agita las olas del mar. Sino fueras tú el arrecife donde se pierden las mariposas heridas, yo te amaría.
Sino fueras tú de igual, de la misma forma, en este cielo, en esta hora... ¡ yo te amaría mi buen amada!
No hay nada que hacer. Si parece como de cuento... o película, de esas que no son de aquí, donde los niños juegan felices haciendo monos blancos y tirándose en trineo. Se ve lindo - no lo puedo negar - cuando recién me levanto y miro por la ventana.
Hace unos días no más cuando nevó por primera vez, también me sentí como un niño. Algo. No es malo - me consolé - volver a sentir hinchado el pecho por el aire fresco y el cuerpo liviano. Luego, cuando esto se repitió incansablemente por varios días, ya no me gustó tanto. Tampoco le gustó a los cabritos ni al ternero de la única vaca que parió este año. Menos al sembrado, que quedó sepultado bajo el medio metro de espuma blanca, fría, tan fría.
Yo, lo reconozco, nunca he sido un atarantado. Cuando pasan los percances que en la vida tienen que pasar, yo me relajo primero; un cerebro en calma piensa más que dos. Total - pensé - la vida es así. Los dos cabos de una cuerda siempre van unidos. Así tal cual como esto que tengo frente a mis ojos: si parece un milagro del cielo, y al mismo tiempo, una maldición. El de arriba - me repetí - tiene que ser un tipo chancero. Un verdadero bromista. Si no, no se explican sus jugadas ni menos, sus intenciones. ¡Mire que mandar tanto frío en el momento menos adecuado, con las crías tan chicas y el campo sin cosechar!
Bueno, como lo dije antes, yo por mí, no me complico mucho. Por los demás si. Pensé en la Olga - lo reconozco -, y no es que se lo merezca, pero, mal que mal, veintisiete años de matrimonio no se olvidan así como así. Comencé a pensar en ella a medida que se doblaban las patas de los cabritos y quedaban así, como desarticulados en el suelo blanco. El frío siempre ataca por los pies, y la Olga lo sabía bien: no soportaba que la tocara con mis pies fríos. Me hacía esperar el rato que fuera, pero, nada de arrumacos con las patas heladas. Es que era tan friolenta... Al principio, eso me encantaba de ella, esa manera que tenía de arrimarse a mí buscando mi calorcito, enrrolladita ella, caracolito ella, hecha un ovillo de leche y miel. Así era la bella en los años de bonanza. Luego, con el pasar del tiempo, las cosas cambiaron. Parece que se fue poniendo cada más caliente y yo más frío. Primero fueron mis pies los que le molestaron; me los corría a patada limpia. Después fueron las manos, qué tan ásperas, que tan frías, y que córrete para tu lado y que tanto que te quejas y que bájate luego y que siempre es lo mismo y que me canso, quieres ¿yaaaaa?
Como sea, yo quise mucho a la Olga, tanto, que hice cosas por ella que, ya estoy viendo, me van a complicar un poco. Si no digo yo... las cosas siempre tienen de lado y lado. Esta misma blancura de postal tiene su lado negro. Ya anunciaron del poblado que van a mandar ayuda, alimentos, forraje, techumbre, qué sé yo. Cuando sea, seguramente voy a tener que abrir el cuarto de guarda, entonces, los tres o cuatro cristianos que vengan no van a entender ninguna de las dos cosas. ¡Claro! Ellos nunca tuvieron que escuchar a la Olga año y medio atrás, cuando le dio por irse de un rato para otro sin que le importase nada: ni la lluvia torrencial que caía esa noche, ni el barrial que anegaba el camino lado a lado ni menos, menos que nada, el blandengue que habla: yo.
Yo, como lo dije antes, soy un tipo calmado, pero, nada de atontado. Ya me había dado cuenta de las vueltas sin asunto que últimamente, le hacía la camioneta del Payo Zenteno al deslinde del camino, justo al lado de mi quincha vieja. Por eso, me quedé callado un rato mientras ella gritaba como loca y esperé, pensando que era bueno que se desahogara. Después le hable... suave, quedito, le dije que si no se acordaba que cuando nos bendijeron era para toda la vida... Ella se echó a reír, me dijo que de qué vida le hablaba, y que a mi lado, ella estaba ya como muerta.
Justo allí, ¡lo que son las cosas!, me dio por pensar en los cabos de la cuerda y en que, ¡claro!, en donde existe vida , al otro extremo, tiene que haber también muerte, y entonces, tranquilo, caminé hasta la puerta del cuarto donde colgaba el lazo y con uno de sus extremos envolví el cuello largo y altivo de la Olga hasta que se quebró como gavilla bajo mis botas
Era hermosa la Olga viva. También fue linda en la muerte. Por eso, no pude deshacerme de ella. Mas bien, lo encontré inconsecuente, ya que hasta el último momento le pedí que no se fuera. Fue allí que decidí conservarla en el cuarto de guarda, detrás de los costales que ahora, con la crudeza de este invierno están vacíos. Sería inútil pensar que ellos - los que vengan - no la van a ver: tonteras mías, siempre atento con ella... no quise que la hondura de la tierra le calara los huesos... Era tan friolenta, que pensé en dejarla casi a ras de tierra. Lo que está abajo también debe estar arriba. Así quedó: una ligera forma casi insinuada y cubierta por una manta, su manta tejida de lana, necesaria para entibiar la larga noche que le aguarda.
A veces, pienso que hasta el tiempo debe estar atado a una cuerda, y que por eso, el pasado siempre va a ser parte del presente y de lo que vendrá. Si no hubiera sido por esta nieve intrusa y a destiempo, mi soledad se hubiera seguido consumiendo de a poco, tranquilo, guardando el sueño de la Olga día a día sin hacer ningún alarde. Ahora, con toda esta alharaca que se ha formado, no va a faltar el intruso que dé con ella y ¡qué va!, nunca lo van a entender; la van a arrancar de allí y la van a llevar no sé donde, pero lejos de mí, y entonces, ¡pobre de ella!, ya no va a tener a nadie que le cubra los pies.
Amanda Espejo
Cuento ganador primer lugar a nivel regional, Concurso FUCOA. DICIEMBRE 2008
REVISTA SESAM: Nos condolemos por el deceso de la gran poeta Elena Caricati Pennella (6-1-09), miembro de nuestra Comisión Directiva y orgullo de la Sociedad de Escritores de San Martín. También anunciamos su libro Liturgia del abismo, editado en octubre, que presentaremos este año, ya que el escritor – aunque haya muerto – continúa diciendo en constante presente. He aquí uno de sus poemas para compartir con ustedes.
Los golpes en la puerta fueron contundentes. Precisos. Potentes.
Él se preguntó porqué no habría tocado el timbre. Comprendió entonces que ella sería muy especial. Tanto como él anhelaba. Tal vez algo chapada a la antigua. Pero nadie que golpea así una puerta puede ser desapasionada, pensó. Y esto lo excitó.
Se apresuró a abrir. Antes de girar el picaporte, trató de alisarse el cabello con la mano. Sabía que ella vendría, pero el tiempo se escabulló más rápido que lo planeado. Remoloneó en la cama. Se demoró en la ducha. Y se inquietó ante la posibilidad que ella lo creyera un desconsiderado.
Abrió la puerta y quedó perplejo. Ella lucía bellísima. Mucho más hermosa de lo esperado. Totalmente diferente a como él la imaginara. Quizás un poco más oscura. No de una oscuridad lúgubre. Una oscuridad intrigante. Pero no sería un obstáculo. Nunca la oscuridad lo ha sido. Tanta belleza para tan poco tiempo,quizás resultara excesivo, pero imposible de rechazar. Ello tampoco sería obstáculo.
El vestido negro, bien ceñido al cuerpo, le sentaba de perlas, a pesar que las perlas más preciadas fueran las blancas y el vestido de brillante negrura. El detalle de los guantes de seda resultaba magnífico. Alta y delgada. Delicada y misteriosa. Se dio cuenta entonces que una gota de sudor le recorría la espalda. Una de aquellas gotas que se brotan tibias, pero se desbarrancan heladas.
En la penumbra bajo el dintel, ella lo miró fríamente, a la vez ansiosa. Él hizo el ademán gentil para que entrase. Ella agradeció con una leve mueca, un movimiento de cabeza, e ingreso lentamente, desplazándose sobre sus tacos aguja. Pié delante del otro pié en cada paso. Ondulante. Sugerente.
Él necesitaba ser un caballero diligente, a pesar de estar despeinado. Le invitó a sentarse, le ofreció una bebida. –“Diet”- escogió ella.
Luego él la convidó un cigarrillo. Ella aceptó de buena gana.
- “Lástima que el tabaco mata”-, comentó él, algo nervioso. – “Ese es el secreto de su éxito”-, respondió ella, mientras exhalaba una boconada de humo que en espiral ascendente, se alejaba hasta estrellarse contra el cielorraso de yeso.
- “Te deseo ahora” – exclamó ella sin cabildeos,sin dejar de mirarlo. Y su voz redobló seca y tajante en la sala, comoconvirtiendo un deseo en orden.
- “Me halagas... pero terminemos el trago... aún es temprano” – respondió él.
- “Nunca es temprano” – dijo ella con tono seguro. – “Simplemente es o no es. Y no me gusta perder tiempo en lo que no es”-.
-“Vamos... dame la chance de unos minutos... luego me tendrás” –suplicó él, en tono calmo. Ella se incorporó del sillón y camino hacia él. Sus pasos no retumbaron en la sala. Se paró a su lado, y con una mano comenzó a acariciar sus cabellos, de por sí despeinados.
Él suspiró profundamente. –“Veo que eres persistente, nada te detiene ¿verdad?”- murmuró mientras entrecerraba los ojos. Su respiración comenzaba a acelerarse. Su corazón pasaba del tranquilo paso al enérgico trote del centauro.
- “Es mi esencia. Nada ni nadie me detiene cuando lo deseo. Jamás” – fue su lacónica respuesta. Y por un instante él pudo observar un dejo de nostalgia o remembranza en el duro rostro de ella. Pero solo fue un instante. Y los instantes se esfuman en la nada.
- “¿Lo prefieres aquí... o en el cuarto?”- consultó ella ya impaciente, aunque con voz muy pausada, tranquilizante. Seguía penetrándolo con la mirada. Ella manejaba el juego. Cada lapso. Cada pausa. Ambos lo sabían. Él era pura adrenalina.
- “En el cuarto, por supuesto”- respondió él. – “Es más práctico, me gusta lo clásico” -
- “De acuerdo”, disparó ella, mientras el brillo de su sonrisa tornaba pícara la penumbra por un instante. Pero los instantes... Lo tomó entonces de la mano y se dirigió hacia el cuarto. Ella llevaba la iniciativa decididamente, a pesar de ser la primera vez que visitaba la casa. Eso le agradabaa él. Dejarse ser llevado, aunque sea por una vez, resultaba plácido.
Al llegar la habitación, ella giró y se quitó los zapatos. Luego fue el turno de las largas medias de seda, descendiendo por sus estilizadas piernas. Y el enérgico trote del corazón de él se fue convirtiendo en imponente galope de semental en celo.
Luego se acercó hasta que ambos cuerpos quedaran casi unidos, de pié. Y casi apoyando sus labios contra los de él, preguntó: -“¿En el piso o en la cama? ” -; Él sintió que la sangre hervía en las venas. Sintió como si estuviera desbarrancándose desde la cima más alta, hacia el abismo más profundo. Hacia una pendiente eterna. –“Creo... que... en la cama estaría bien...”, respondió él titubeante. Y esta vez no por metódico. Simplemente porque ya era hora. Y cuando es la hora, ya no debe abundarse en palabras.
- “Eres un clásico... claro, eres un hombre. Las mujeres suelen tener más imaginación” – exclamó ella, mientras se quitaba los guantes de seda. Y el morbo del comentario hizo que él sintiera un hormigueo en el estómago. Su pecho era ya un corcel desbocado.
- “¿Algo más antes de hacerlo? “ – preguntó ella mientras él se acomodaba en la cama, algo tenso, un tanto nervioso. Muy nervioso.
- “Sí... dime tu nombre” -respondió él.
- “No, ese deseo no es posible. Puedes llamarme como desees. Debo confesar que me excita ser llamada de tantas diferentes maneras. Pero no habráposibilidad de negociación con esto. Usa tu imaginación”- reflexionó ella.
- “De acuerdo... música entonces. Me encantaría escuchar de fondo una suave música”- dijo él. – “Dime el tema que prefieres y serás complacido” – consultó ella, mientras el vestido negro dejaba de ceñir y caía, dejando al descubierto su total desnudez. Bestial desnudez.
- “El... elAve María” – respondió con un dejo de vergüenza.
- “Eres un pervertido... y eso me fascina”- respondió ella, lujuriosa. Ya era tarde y cada minuto contaba, debía apresurarse.
La música comenzó a poblar los silencios, muy tenuemente hasta perpetuarse plena, invadiendo de pentagramas y nostalgias el cuarto. Ella colocó su desnudez sobre la de él. Desnuda. Acarició su rostro. Besó sus párpados. Y él se entregó totalmente. Se dejó llevar. Libre ya de remordimientos y pecados se dejo llevar. Ya era hora. La hora. Hora de dejarse llevar.
- “¿Estás preparado?” – preguntó ella haciendo alarde de tino y calma. “¡Claro, vamos pronto de una vez!” – fue la respuesta, que por primera vez demostró seguridad.
Los labios de ella se posaron sobre los de él. Fue solo un instante. Un eterno instante. Como una succión apasionada. Ella humedeció su abismo en deseo. La noche fue testigo. Retraerse suavemente contra la soledad y embatir a fondo, contra el hastío. Entornar los ojos a lo que vendrá. Él se estremeció. Su cuerpo se convulsionó durante un breve lapso. Y fue entonces la hora. Luego del cimbronazo procedió la calma. Él se quedó quieto,muy quieto. En silencio y sin movimiento. Y comenzó a enfriarse lenta,continua, progresivamente.
Ella se incorporó y se alejó de la cama. “Tarea cumplida” se dijo, mientras se dirigía hacia el baño. Se lavó los dientes tan blancos como perlas. Con el cepillo de él. Y se lavó las manos. Con el jabón de él.
Luego de peinarse, se vistió y volvió a calzarse y colocarse los guantes. De seda. Plena.
Ya era la hora de visitar otro cuerpo. Otra forma. Otra rutina.
Antes de cerrar la puerta del cuarto, se dio media vuelta un instante para dedicarle una última mirada al cuerpo que fuera de él. Yacía tendido sobre la cama. En su rostro parecía reflejarse una mueca, mezclaba de sorpresa y tranquilidad. Sólo un cuerpo más, cuerpo ya sin alma. Inmóvil y pálido. Tan pálido.
Ella cerró la puerta y se encaminó hacia el ascensor. Ya en descenso consultó en la diminuta agenda su próximo destino. No había tiempo que perder.
-“No es tarea fácil la de ser Muerte”-se dijo, resoplando levemente, a sí misma. -“Nunca hay descansos”-.
Se sintió apesadumbrada, pero así era ella.
Perseverante. Eficienteysolitaria.-
*Primer Premio en el IV CONCURSO INTERNACIONAL DE POESÍA Y NARRATIVA ELEGIDOS 2007. Editorial Aries e Instituto Cultural Latinoamericano.16 de Noviembre de 2007. Junín, Buenos Aires, República Argentina.